El fundador de esta Comunidad Educativa nació en una colonia de inmigrantes, en la ciudad de Goya. Desde muy pequeño supo que quería servir a Dios. Su historia es hoy un testimonio de amor y devoción.
Ramón Secundino Roubineau nació el 1° de Julio de 1907, en Colonia Porvenir (Goya), una tierra destinada a los tantos inmigrantes que llegaron al país en esa época. Sus padres fueron Emilio Roubineau y Francisca Muñoz, quienes se casaron el 8 de julio de 1983. De esa unión fecunda, lograron formar una familia numerosa y siempre unida: en total, tuvieron 11 hijos.
Durante los primeros años de su infancia, Ramón Roubineau vivió en aquella Colonia donde sus padres tenían una chacra. Allí cultivaban verduras y criaban animales. Unos años más tarde, la familia se mudó a la ciudad de Goya, instalándose en una casa de amplia dimensiones a la altura 1100 de la calle que hoy se llama Corrientes.
Realizó sus estudios primarios en la escuela estatal Graduada N°65 “José Eusebio Gómez”, establecimiento que hoy es Patrimonio Histórico Cultural de Goya.
Sus virtudes El Padre Roubineau tenía la virtud y el hábito de rezar públicamente el rosario, novenas, cantos. Daba la catequesis en espacios públicos, sin reparos ni timidez, con un trato siempre humilde, amable y servicial. Era un sacerdote que se adhería a las normas, que visitaba al Santísimo con frecuencia, amante de la lectura, siendo su mayor predilección los libros y diarios. Sus virtudes más reconocidas fueron la piedad y la dedicación al ministerio Sagrado. Evangelizar desde las aulas, la misión que mantiene viva su memoria La formación de los niños y de los jóvenes fue siempre una preocupación de Monseñor Roubineau, que tenía la firme convicción de que la evangelización debía ir de la mano de la educación. Así fue como dio vida a una comunidad educativa en el corazón del Barrio Berón de Astrada, en el mismo predio donde tiempo atrás había levantado una capilla para las familias del lugar. Comenzó con la fundación de un jardín de Infantes: El Patito Feo. Lo hizo impulsado por Elisa Domínguez, una mujer que en el año 1967 había regresado a Corrientes luego de formarse en Buenos Aires, con la intención de abrir una institución educativa. Hacía fines del año 1967 ya se veía la necesidad de continuar la obra educadora para que los niños que habían ingresado al jardín pudieran seguir la formación del nivel primario en la misma comunidad y con los mismo valores. Fue entonces que Monseñor Roubineau puso en marcha la construcción de dos salones, y a principios del año lectivo 1968, con el Primer Grado, abrió sus puertas la segunda obra educadora que en honor a la devoción que cobijó ese maravilloso proyecto lleva el nombre “Colegio Del Sagrado Corazón”. Año a año, se iban construyendo salones para dar cabida a los nuevos ingresantes y para continuar con la formación de los niños de la primera promoción.
La obra que no vio
Cuando la primera promoción del Colegio Del Sagrado Corazón estaba próxima a egresar, inició las gestiones para la apertura del secundario. Quería que los jóvenes tengan una continuidad en la formación evangelizadora, que la tarea de educar cierre el ciclo de educación formal, con hombres y mujeres de bien, comprometidos con Dios y con el bien social. También soñaba con poder abrir una Universidad. Sin embargo, cuando se encontraba realizando las gestiones para abrir el colegio secundario, falleció sorpresivamente el 14 de agosto de 1974. Poco tiempo después de su muerte, se colocó la piedra basal sobre la que se levantaría el establecimiento secundario al que, en honor a su laboral terrenal, se le impuso su nombre: Instituto Monseñor Roubineau.